Cuando llegó, no paraba ni un instante.
Arrasando con todo a su paso,
una forma de ser algo revoltosa.
Compartimos miles de momentos.
De llegadas sonrientes a casa.
De lloriqueos en mitad de la noche.
De esos días que parece que nada te los puede arreglar
y entonces apareces, recibiéndome en la puerta,
queriendo acurrucarte cerca mía,
o en mis piernas.
De esos días que me sigues por toda la casa o quieres jugar.
De los largos paseos.
No creo que nadie pueda imaginarse el cariño que nos cogimos.
Una lealtad, un amor incondicional y verdadero,
que algunas veces es difícil de encontrar.
De los que no se puede vivir con las personas.
Espero que nunca me faltes. Ni en mi vida, ni a los pies de la cama.
Para convertir las mañanas en otra cosa más divertida,
cuando vienes a buscarme,
incluso antes del café.
Mucho más que compañía. Eres mucho más que un animal,
eres un compañero de vida.
Mucho más que humano.